Nuestra posesión insular

Imatge històrica de l'explosió a la mina de Senghenydd, al País de Gales.

Imatge històrica de l’explosió a la mina de Senghenydd, al País de Gales.

El Día Gráfico. 25 d’octubre de 1913

El País de Gales acaba de ser teatro de una de esas catástrofes estremecedoras que son como las pesadillas de la humanidad. Desde la hecatombe de Courrières, la crónica negra de las explotaciones mineras no había tenido que registrar un desastre de tanta magnitud. La explosión del pozo Lancaster, de la mina de Senghenydd, ha costado la vida a 500 hombres y muchachos, todos o casi todos hijos de la Gran Bretaña; -la proporción de obreros extranjeros en los centros mineros del Reino Unido es infinitesimal.- Las operaciones de desescombro no han hecho más que empezar. De los quinientos desaparecidos sólo han reaparecido los cuerpos inertes de ciento treinta. Quedan todavía sepultados en el fondo de la mina siniestra cerca de cuatrocientos cadáveres.

Imaginar la tragedia de aquellos hombres que la explosión dejó irremisiblemente sepultados da escalofríos. La mayor parte de ellos murieron asfixiados. Si algunos pudieron escapar a la asfixia su suerte fue peor. Pasado el azoramiento y el estupor, comprenderían que toda esperanza era vana. Para unos, el suicidio era su liberación. Otros, menos resueltos, sufrirían primero el hambre y la muerte después, ahogados por las emanaciones de los cuerpos en descomposición.

“Un buque con pabellón británico fue presa de las llamas en alta mar”

Pocos días antes de ocurrir la explosión de Senghenydd, un buque con pabellón británico, fletado por una compañía extranjera y repleto de emigrantes extranjeros que se dirigían hacia el inmenso y desolador “Far-West”, fue presa de las llamas en alta mar. Al llamamiento lanzado a los cuatro vientos por los operadores del “Volturno” acudieron apresuradamente buques de todas las naciones. Centenares de emigrantes y casi toda la tripulación fueron salvados. La precipitación y la imprudencia fueron las únicas causas de que el mar engullera más de cien vidas humanas antes que llegaran los buques de socorro.

Postal del vaixell Volturno en flames.

Postal del vaixell Volturno en flames.

La aventura del “Volturno” es trágica y lamentable. Pero la sombría catástrofe de la mina de carbón de Senghenydd lo es mucho más. Sin embargo, la prensa británica dedicó a la pérdida del “Volturno” mucho más espacio que a la explosión que diezmó un pueblo entero del País de Gales. Los detalles –minuciosamente relatados por todos los grandes diarios– de la pérdida del buque inglés, de las operaciones de salvamento en alta mar, del heroísmo de las tripulaciones de todos los países, apasionaron durante una semana al pueblo británico.

Es porque entre nosotros está vivo, candente, el sentimiento de nuestra posición insular.

Los ingleses saben que el mar es su arma de combate y su coraza; a la vez, el puente que les une a todos los continentes y el muro que les separa de todos, que les defiende contra todos. Saben que la vida misma de Inglaterra como nación estaría comprometida el día que la Gran Bretaña perdiera con el dominio del mar el dominio del mundo.

Por esto la imaginación popular exalta y dramatiza cuanto en el mar sucede o con el mar se relaciona. El día que se bota al agua un gran transatlántico en Belfast o en Glasgow lo celebran estas grandes ciudades como un día de fiesta. Si arde o naufraga en alta mar un buque con pabellón británico, se considera su pérdida más sensible que la de un pueblo entero.

“El sentido insular inspira la política de Inglaterra, tanto interior como exterior”

El sentido insular es como la médula de nuestro cuerpo social. Está infiltrado en las fibras morales de los individuos y en los resortes de los organismos sociales; dirige nuestras acciones, inspira la política de Inglaterra, tanto exterior como interior; es uno de los principios fundamentales de nuestra educación.

El mar es el estimulante de los ingleses. Es, al mismo tiempo, su protector. Las osadías que han caracterizado la política interior inglesa durante los últimos  años han sido posibles gracias a la protección del mar. Una huelga general de ferroviarios tiene en Inglaterra una importancia exclusivamente nacional. ¿Sucede lo mismo en las grandes potencias del continente? ¿Podría tolerarse la agitación sediciosa de Ulster en las cercanías de una frontera?

Harry Doggerel , 25-10-913

Una tria d’Anna Ballbona (@Aballbona)

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