Un campamento de voluntarios

Voluntaris del Ulster

Voluntaris del Ulster

Desde Irlanda 

El Día Gráfico. 1 de maig de 1914.

El organismo central –llamado cuartel general– de la organización unionista de Ulster ocupa el espacioso edificio de la antigua casa Consistorial de Belfast. A la entrada, a derecha e izquierda unos cartelones colgados en las paredes indican la posición que en el edificio ocupan los diferentes servicios y departamentos. Secretaría del general en jefe, Estado mayor, Intendencia, Sanidad, Oficina de Reclutamiento, etc.

En seguida se tiene la impresión de que se entra en un cuartel y no en el local de una asociación política. Uno de los carteles dice: “Oficina núm. 4, Prensa.”

Hacia allí me dirijo. Hago pasar mi tarjeta y unos minutos después me introducen en el despacho del secretario general.

Un saludo ceremonioso. Y antes de que pudiera proferir palabra, Mr. Conen me tiende un pedazo de cartulina de diez centímetros cuadrados y, sonriente, me dice:

– Esto creo que le será útil durante los días que permanezca aquí.

La pequeña cartulina no es otra cosa que un pase similar a los que se dan a los corresponsales de guerra para que puedan circular libremente por los campamentos.

Dice así: “Ejército voluntario de Ulster. Permítase al portador, corresponsal de EL DÍA GRÁFICO, de Barcelona, recorrer todos los campamentos durante el período de maniobras desde el 8 al 28 de abril de 1914. T.V.P. Macammon, teniente coronel. Cuarteles generales de Belfast”.

“Mr. Conen me asegura que los voluntarios unionistas de Ulster están decididos a luchar”

Mr. Conen me dice después que todos los esfuerzos, todas las energías de los unionistas de Ulster se dedican a fortalecer cada día más la organización militar. Únicamente por este medio esperamos lograr que el Gobierno se decida a tener  en cuenta nuestras reclamaciones.

Me asegura que los voluntarios de Ulster están decididos a luchar y, por lo que  es más, debidamente preparados para la lucha.

Mural Ulster

Mural Ulster

– Ya habrá visto, me dice, la diferencia que existe entre nuestra organización y la de las demás fuerzas políticas. Nosotros publicamos pocos folletos, pocos manifiestos, ni tan siquiera hacemos una gran propaganda por medio de la Prensa. Estamos convencidos de la ineficacia de estos medios. Ni el Gobierno, ni los nacionalistas están dispuestos a dejarse convencer. Por esto, nosotros, muy agradecidos a los que defienden nuestra causa en la gran polémica periodística que se prosigue en la Gran Bretaña y en todo el Imperio, preferimos, por nuestra parte, dejar quietas las prensas y dar trabajo a las fábricas de armas.

Este hombre belicoso y resuelto, convencido de que Ulster deberá recurrir a medios extremos para defender  lo que él llama sus derechos, contrasta violentamente con el optimismo de que parecen poseídos los liberales y nacionalistas. Su opinión después, hablado con unos y otros –pude convencerme de ello– refleja el sentimiento hondo y apasionado de una masa de hombres disciplinados y dispuestos al sacrificio.

Los resultados a que las fuerzas antinacionalistas de Ulster han podido llegar después de dos años de labor tenaz y constante pude apreciarlos por primera vez, de una manera tangible, al visitar aquel mismo día por la tarde un campamento de voluntarios emplazado en las cercanías de Belfast, en Clandeboye, el magnífico parque lord Dufferings posee a tres millas de Saint Halens Bay, un pueblecillo diminuto y pulcro de la costa oriental de la ciudad.

“Los lores son los principales sostenedores de la campaña de resistencia contra el Home Rule Bill”

Los lores, especialmente los que han sido creados pares [?] de Irlanda, después de realizado el pacto de unión entre ésta y la Gran Bretaña, son los principales sostenedores de la campaña de resistencia contra el “Home Rule Bill”.

Algunos de los voluntarios de los regimientos rurales formados principalmente por las grandes masas de campesinos cuya existencia depende de la voluntad o del capricho del lord, dueño absoluto de la casa que habita y de la tierra que cultiva, se han alistado, más que por otra cosa, para complacer al señor. Los jefes y oficiales que mandan algunos de los regimientos pertenecen a la nobleza y, entre éstos, no pocos, han prestado servicio anteriormente en el ejército regular británico. Además, los lores, que tienen dinero en abundancia, no lo han escaseado para dar a este ejército organizado al margen de la ley, cuando menos la apariencia de una fuerza. Y para este período de maniobras que tiene lugar aprovechando las vacaciones de Pascua, cuantos  tienen en Ulster su casa solariega la han cedido para que sea utilizada como campo de instrucción.

En Lord Dufferings Park, hacia el cual me dirijo, están acampadas cuatro compañías del segundo regimiento de Belfast. Por el camino me cruzo con diferentes ciclistas y motociclistas de uniforme, encargados de transmitir los partes a los otros campamentos o al cuartel general.

A la entrada del parque, dos centinelas, con bayoneta calada, montan la guardia. Presento mi pase, traspongo la verja y de un pelotón apostado cerca de la puerta se destaca un sargento y me exige de nuevo la presentación del pase.

La ilusión de que se halla uno entre un ejército es completa, y, por si algo faltara, a corta distancia, entre los árboles, se divisan algunas tiendas de campaña.

En una gran explanada, seiscientos hombres evolucionan con más o menos precisión, a las órdenes de varios oficiales. Mientras contemplo el espectáculo, un teniente que se ha puesto a mi disposición para recorrer el campamento me explica detalladamente la organización democrática de este ejército singular.

Jefes, oficiales y clases de tropa son elegidos por el sufragio de los individuos y para esos cargos se escogen los hombres que tienen la necesaria competencia.

El reclutamiento se efectúa entre todas las clases sociales y se da el caso de que algunos directores de empresas industriales y casas de comercio forman en las filas a las órdenes de empleados y obreros de sus casas que han formado parte anteriormente del ejército.

“Aquellos hombres no daban la impresión de homogeneidad, de fuerza y de ligereza indispensables para luchar contra un ejército regular”

El oficial “cicerone” me enseña con cierta vanidad y jactancia el jugar donde están depositados los fusiles necesarios para armar en un momento dado a todos los hombres del campamento y municiones suficientes para poder sostener una acción en caso necesario. Orgullosamente me hizo un caluroso elogio de la disciplina y de la abnegación de los voluntarios, en su mayor parte obreros de las grandes industrias de Belfast.

Me permití decirle que a los ojos de un profano aquellos hombres no daban la impresión de homogeneidad, de fuerza y de ligereza que son indispensables para luchar contra un ejército regular.

Me contestó que ellos no tenían tal pretensión, que únicamente pretendían evitar, con medidas preventivas, la catástrofe de una guerra civil y poner al Gobierno sobre aviso, y que, en todo caso, los ejércitos irregulares se forman y se fortalecen en el campo de batalla mucho más que en el de instrucción.

Sin duda estaba en lo cierto. Las huestes carlistas que por dos veces tuvieron en jaque durante años al ejército regular español no habían recibido, antes de lanzarse al campo, instrucción militar alguna.

Harry Doggerel

Belfast, abril de 1914.

Una tria d’Anna Ballbona (@Aballbona)

 

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