Manuel Aznar. La Vanguardia, 7-12-1973
Eugenio Xammar, querido amigo, “ya te fuiste para no volver”. Estabas siempre en mi recuerdo. Ya lo estarás viendo: “Cuando quiero llorar no lloro – y a veces lloro sin querer”. Pasaste la vida entera fingiendo no creer en nada; pero sé que creías en todo. La última vez que nos vimos te dije: “La vida en La Ametlla te llevará a Dios”. Tú no quisiste dar la impresión de que tomabas en serio mis palabras; porque no te gustaba la solemnidad, y comentaste: “¿Te parece que el paisaje de La Ametlla es muy religioso?”. Te contesté: “No; pero allí te aguarda el silencio, que te fue siempre negado, y unas horas diarias de profunda soledad, que jamás pudiste reservar para tu corazón y para tu alma. Entonces vendrá tu encuentro con Dios.”
“El cielo te trajo a la dulzura de La Ametlla, donde todo es apacible”
Eugenio Xammar, querido amigo, “ya te fuiste para no volver”. Has debido de ser muy feliz en tus últimos tiempos. Después de tanto estrépito como te abrumó, de tanta y tan asperísima lucha como te tuvo exaltado el ánimo, encendida la mente, impetuosos los sentidos; después de sesenta o setenta años de ser anhelo tempestuoso, viento ardiente, naturaleza en ebullición, el cielo te trajo a la dulzura de La Ametlla, donde todo es apacible, todo placentero, y el aire, a la hora de los atardeceres, se carga de nostalgias.
“Cuántas veces te he vuelto a contemplar, en los espejos de mi memoria, sentado a la mesa de los redactores de El Sol”
Eugenio Xammar, espléndido catalán, amigo mío: “ya te fuiste para no volver”. Cuántas veces te he vuelto a contemplar, en los espejos de mi memoria, sentado a la mesa de los redactores de El Sol, rodeado de telegramas que venían de París, de Londres, de Ginebra, de Roma, de Nueva York, de Berlín; alerta el entendimiento, segura la pluma, divertida y penetrante la crítica, pronto el humor, lista la ironía… y así ibas ordenando noticias, esclareciéndolas, glosándolas, interpretándolas con una sin par lucidez. Me hago la ilusión de que en La Ametlla habrás escrito tus páginas finales, los resúmenes de tu largo y explosivo vivir; y pese a la placidez que se había instalado en tu risueña ancianidad, no descarto que aún te quedara el gusto por ciertos sarcasmos afilados como cuchillos, y por ciertas zumbas y candongas que estallaban como cohetes de feria.
“Había junto al Xammar de los sarcasmos el Xammar de las ternuras y de las esenciales fidelidades”
Eugenio Xammar, querido amigo, “ya te fuiste para no volver”. Somos pocos los que te conocimos de verdad; muchos los que nunca se enteraron de los dones de tu personalidad, de la claridad de tus discernimientos, de tus secretos escepticismos ocultos bajo apariencias de luchador partisano, de tu amistad de oro, cuando querías ser amigo. Todo se lo levó tu fama de implacabilidad, tu ardor verbal, tus adjetivos como látigos. Pero, eso no eras todo tú. Había junto al Xammar de los sarcasmos el Xammar de las ternuras y de las esenciales fidelidades. Una de éstas fue la que guardaste a tu paisaje natal, a tu rincón originario, a la casa de tus antepasados sobre el verde campo, a las campanas de tu campanario infantil.
Eugenio Xammar, querido amigo: “ya te fuiste para no volver”. Ya lo estás viendo: “cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer”. Pero rezo por ti, por tu alma, por tu nuevo cielo, en donde has de hallar las compensaciones del mucho sufrir, del crítico penar, y de tantas desolaciones como fueron cayendo sobre tu vida. Y sobre la de tus amigos.
La paz, Eugenio Xammar, inolvidable y querido. La eterna paz, para ti.
Una tria d’Anna Ballbona (@Aballbona)