Las carreras

Entrada 19. Imatge bona(LA PUBLICIDAD. 10 de maig de 1918)

Segunda reunión

Al llegar oímos las campanadas de salida de la segunda carrera. Premio Ivo Bosch, ofrecido por don Bartolomé Bosch y Puig “para caballos enteros y yeguas de tres años en adelante nacidos y criados en España”.

Subimos a la tribuna y vemos cómo se disputan las dos mil quinientas pesetas, solos y sin grande entusiasmo. “Manígero”, del señor conde de la Mata y “Adelvi”, del marqués de Valderas. No abundan, por lo visto, los caballos de carreras nacidos y criados en España, y por esta misma razón hay que elogiar el inteligente desprendimiento del señor Bosch y Puig. Porque no es posible que las carreras de caballos lleguen a aclimatarse en un país si no hay, en el mismo país, quien tenga interés en fomentar la cría caballar… y el juego al mismo tiempo.

¿Por dónde hay que empezar? ¿Se fomenta la cría caballar con el juego o se fomenta el juego con el fomento de la cría caballar? Enrevesado problema alrededor del cual se ha discutido mucho sin que nadie pueda pavonearse de haberlo resuelto. Hay una cosa cierta: los jugadores en las carreras de caballos, tan indispensables como los mismos caballos. Gracias al señor Bosch y Puig, al señor Plandolit, al barón de Güell, entre otros, es indudable que llegaremos un día a tener caballos. La cuestión ahora es esta: ¿tendremos nunca jugadores?

“Nuestros jugadores son inferiores  a nuestros elegantes…”

Hay motivos para ponerlo en duda. Al aproximarse a las taquillas de juego y a las plataformas de los “book-makers” [corredors d’apostes] es cuando mejor se veía que nuestro hipódromo no Epsom ni Longchamps. Mucho mejor todavía que desde las tribunas o en el pesage [lloc on pesen els genets]. Nuestros jugadores son inferiores  a nuestros elegantes…

– La he reconocido en seguida porque lleva un sombrero que se lo vi ya en invierno…

La dama, que tal dijo a nuestro lado, sufrió una equivocación o cedió a las tentaciones del vicio mundano por excelencia: la calumnia trivial. Nosotros, escrutadores implacables, no supimos descubrir un solo sombrero de invierno en toda la tarde. No lo había. El tono general de las toilettes [vestuaris] no hubiera tolerado, sin hacerlo ostensible, un olvido semejante.

No nos fue difícil distinguir entre el público numerosísimo a las señoras y señoritas de  Burés de Juncadella, Viza, Angelita Rosal, marquesa de Juliá, Verga de Vidal-Cuadras, Carreras Candi, Bonet, María Teresa Churruca, Loresecha, viuda Marfá, Pilar Arana, Rosita Coll, Pla, Durán de Abadal, de Anglada Camarasa, oller, Caralt, María Luisa Olavarría, Arquer, Parellada de Yerovi, Castañé de Vilumara, Gloria […], Valls y Taberner, Puig de Sagnier, Rius y Vallés, Rosario y María Luisa Bosch y Labrós, Cullaré de Baixeras, Rosita Mestres, Tomás de Miracle, […], Paquita Muntadas, […], Ventura, Vidal Topete, Ponce de León, Cros, Dupont, Gloria, Codina, Filomena y Nieves Turull, Boada de  Fabra, marquesa de Villanueva y Geltrú, […], Coll y Luque, Kurz, Gallofré, baronesa de Güell […], etc.

Ausentes en la primera reunión, las señoras Pallejá de Balaguer, Moraleda de Arnús, Parellada, de Ferrer-Vidal y Planas, de Garriga, llamaron la atención ayer por el solo hecho de su presencia y por la originalidad de su elegancia también. Originalidad del mejor gusto, hecha de sutil introspección y de un sentido muy fino y aguzado de la armonía.

Pero el clou de la tarde [el punt culminant]… Que nos perdonen las damas. Que nos perdone el ex ministro de instrucción pública, don Felipe Rodés, muy discretamente presente en compañía de la distinguida señora Cucurny de Rodés, y tan chic, por lo menos de americana y fieltro flexible como el señor Cambó de “jaquette” y chistera. Que nos perdone el marqués de Villamejor, cuyos caballos se llevan de calle todas las carreras… Ayer el clou de la tarde fue una sombrilla.

¿Hallaremos en la próxima reunión la solución del enigma?

Una sombrilla excepcional y lujosísima, un puro bordado de oro toda ella, una suerte de cúpula bizantina ambulante bajo la cual se cobijaba… ¿quién? Lo excepcional está precisamente ahí. Nosotros, después de haberla descubierto y admirado por primera vez en manos de la señora Jaumandreu de Franco, la vimos, a intervalos de media hora, sostenida por otras dos damas no menos distinguidas. ¿Hallaremos en la próxima reunión la solución del enigma?

Un buen ejemplo cunde como una buena semilla cuando hay terreno abonado. El señor barón de Güell cambió ayer la airosa americana por la matinal “jaquette”, pero el marqués de Villanueva y Geltrú, en cambio, recogió el precedente injustamente abandonado por su aristocrático autor.

Hizo una buena tarde y el desfile de carruajes por el Paseo de Gracia –hay que ir a buscar un poco lejos el sitio a propósito para desfilar dando vueltas– fue brillante. De entre las hileras de coches de todas las épocas y automóviles de todas las marcas se destacaba el inevitable y singular “mail-coach” [tipus de carruatge dedicat a portar el correu; d’origen britànic] del más ecuestre de nuestros próceres, símbolo de la historia de las carreras de caballos de carreras.

Douglas Flint

Una tria d’Anna Ballbona (@Aballbona)

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