Irlanda, Mr. Asquith y el Rey

Herbert Henry Asquith, al 1914 primer ministre del Regne Unit.

Herbert Henry Asquith, al 1914 primer ministre del Regne Unit.

El Día Gráfico. 11 d’abril de 1914

Desde Londres

Este hombre cuya culta mediocridad y honradez intachable imponen el respeto y la admiración a sus adversarios tanto como a sus partidarios mismos, Mr. Asquith, podrá no ser un estadista de grandes arrestos, pero es, a no dudarlo, un político de rara habilidad. Una visión clara y penetrante de los grandes problemas que agitan a su país, una concepción bien definida de las soluciones que esos problemas requieren, seguramente no las tiene: de tenerlas, otra hubiera sido su conducta en el poder durante los últimos tres años. Pero en cambio, conoce como nadie el mundo especial en que vive. Este mundo es la oligarquía, formada, en Inglaterra, como en todas partes, por los ministros de hoy, los que lo serán mañana y el tropel de diputados de todo color –iba a decir de todo pelaje– que aspiran a serlo. Es amable; sus labios no abandonan nunca una sonrisa indulgente y benévola. Conoce todos los resortes del Parlamento y del Gobierno y sabe emplear todas las artes, buenas o no tan buenas, para ponerlas en juego. Cuando, como en el “affaire” Marconi, en que dos  ministros fueron acusados de utilizar las informaciones que su situación les permitía obtener para dedicarse a especulaciones bursátiles, una furiosa tempestad amenaza al ministerio, se agacha prudentemente y deja que pase el vendaval. Y cuando las circunstancias lo exigen, como las últimas muy graves porque ha pasado Inglaterra lo han exigido, sabe dar un hábil escamoteo, la ilusión que afronta una situación difícil y peligrosa.

“El presidente del Consejo había logrado vencer las dificultades inmediatas de una situación particularmente grave”

Su última hazaña, encargarse del ministerio de la guerra cuando se llegaba a temer que el conflicto entre el ejército y el Gobierno diera al traste con la situación, fue un verdadero golpe teatral. Cuando Mr. Asquith anunció su decisión a la Cámara de los Comunes, con la tranquila solemnidad que es la nota característicamente personal de su elocuencia, los conservadores, que se veían a dos pasos del poder, y los liberales, que se preparaban para unas elecciones generales, quedaron igualmente cogidos por sorpresa. De una manera tan inesperada como airosa, el presidente del Consejo había logrado vencer las dificultades inmediatas de una situación particularmente grave.

Veamos ahora cuáles fueron los hechos que determinaron la dramática decisión de Mr. Asquith. No tal como se han telegrafiado a las agencias del extranjero. Ni tan siquiera tal como los han relatado entre una red de inexactitudes y vaciedades la Prensa inglesa en general. Procuraré contar los últimos incidentes entre el ejército y el Gobierno tal como “se sabe” que ocurrieron, y nombrando cada cosa –y cada hombre– por su nombre verdadero.

“Cuando se ordenó a las guarniciones de Irlanda ciertos movimientos de concentración los jefes de las fuerzas se negaron a obedecer”

El ejército inglés es, en su inmensa mayoría, unionista, conservador. Es, por lo tanto, profundamente hostil a la autonomía de Irlanda. Lord Wolseley, hablando en nombre  del ejército, fue la causa principal de que fracasara el segundo Home Rule Bill presentado por Gladstone. Y para hacer que fracasara el actual proyecto de ley, los conservadores ingleses y los protestantes del Norte de Irlanda confiaban, más que en los regimientos de voluntarios del Ulster, en el ejército regular inglés. Durante dos años la Prensa conservadora ha venido excitando al ejército a la desobediencia en el caso de que se diera la orden de hacer frente a las fuerzas rebeldes de Ulster. El resultado de esta campaña ha sido el que era de esperar, el que sus organizadores perseguían. Cuando se ordenó a las guarniciones de Irlanda ciertos movimientos de concentración que podían parecer los comienzos de un plan para coaccionar o simplemente intimidar a Ulster, los jefes de las fuerzas se negaron a obedecer. Esta es la simple verdad.

Winston Churchill, aleshores ministre de Marina.

Winston Churchill, aleshores ministre de Marina.

Ante una situación de tan grave naturaleza, ¿qué hizo el Gobierno? Mandó llamara Londres al general Paget, comandante general de Irlanda y al general Goug, jefe de las fuerzas que debían marchar a reforzar las guarniciones de Ulster. El entonces ministro de la Guerra, coronel Seely, aseguró al general Gough que los jefes y oficiales  a sus órdenes habían interpretado mal las intenciones del Gobierno. No se trataba de  ir a librar combates contra las tropas de Sir Edward Carson sino únicamente de ir a reforzar, en previsión de un posible ataque por parte de los voluntarios protestantes, las fuerzas, relativamente escasas, que protegían los depósitos de armas y municiones del Norte de Irlanda.

Mientras tanto, el mariscal conde de Roberts, el jefe moral, por decirlo así, del ejército británico, iba a visitar al rey y le comunicaba que pondría a su disposición el bastón de mando si no se suspendía el movimiento de concentración de tropas en Ulster. El resultado de esta entrevista fue la intervención personal del rey en el desenlace de la crisis. La carta del ministro de la Guerra a los generales Paget y Gough, y muy especialmente los últimos párrafos de esta carta en que se daba a los jefes y oficiales la garantía de que no tendrían que combatir a Ulster, fue el resultado de la intervención Real.

“Pocos momentos después Mr. Churchill, ministro de Marina, decía que el conflicto entre el ejército y el Parlamento se convertiría en un conflicto entre el ejército y el pueblo”

Pero cuando la conducta del ejército se hizo del dominio público, la indignación de la opinión inglesa fue casi general. El diputado James Ward, al terminar en la Cámara un discurso que hizo sensación, dijo: “Tenemos que saber, por fin, si somos libres de gobernarnos sin tutela alguna, tanto por parte del ejército como del rey”. Y pocos momentos después Mr. Churchill, ministro de Marina, decía que el conflicto entre el ejército y el Parlamento se convertiría en un conflicto entre el ejército y el pueblo. Por un momento pudo creerse que el Reino Unido había entrado en una nueva crisis constitucional.

“Mr. Asquith proclamó que el federalismo era la solución que podía dejar resuelto el problema de Irlanda”

La habilidad de Mr. Asquith ha podido evitar que estallara violentamente este conflicto entre el pueblo y el ejército de que habló Mr. Churchill. Retiró las garantías dadas al general Gough; escogió como víctima propiciatoria al ministro de la Guerra; hizo del coronel Seely una coraza para el rey, y se nombró ministro de la Guerra. En el discurso que pronunció anteayer en Ladyband, ante sus electores –todo diputado británico tiene que solicitar la reelección cuando se le nombra para  un nuevo cargo público– proclamó que el federalismo era la solución que, a su juicio, podía dejar resuelto el problema de Irlanda a satisfacción de todos, y que el Gobierno apoyaría esta solución.

Veremos si esta nueva habilidad de Mr. Asquith será una habilidad  de estadista. Y cómo lo tomarán en Irlanda unos y otros.

Londres 8 de abril de 1914

Harry Doggerel

Una tria d’Anna Ballbona (@Aballbona)

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