LA PUBLICIDAD. 17 de maig de 1918
Cuarta reunión
Era el día de prueba. Porque se había de poner en claro si era grande o pequeño, en Barcelona, el número de los aristócratas desocupados o, por lo menos, de los aristócratas que podían dejar abandonadas sus ocupaciones una tarde entera. La de ayer era la única reunión hípica que no coincidía con un día festivo. Las pruebas (si descartamos el interés social más que sportivo del premio Real Pole-Jockey Club para gentlemen-riders) eran de poca importancia. ¿Íbamos a encontrarnos en familia?
Nuestra convicción era pesimista. Un prohombre republicano ha dicho que Barcelona es una ciudad generosa e industrial. Nosotros decimos que Barcelona es una ciudad industrial y, por lo tanto, dominguera. Y el hábito dominical está tan arraigado en nuestras costumbres, que ni las más encumbradas selecciones sociales están libres de él. Algunas –no pocas– prominentes personalidades masculinas creyeron que por ser ayer día laborable podían dejar en el guardarropa la chistera y la “jaquette” que habían lucido durante tres fiestas consecutivas y endosar un terno de americana con sombrero de paja y cuello flojo. A un hombre elegante de un país algo menos industrial se le hubiera ocurrido, si acaso, todo lo contrario.
¿Será jamás Barcelona otra cosa que una ciudad generosa, industrial… y dominguera?
Mientras nos poníamos en marcha para el hipódromo, en pleno centre de la ciudad, encontramos al excelentísimo señor conde de Caralt, que marchaba en dirección opuesta a la nuestra, dirigiéndose, al parecer, hacia su despacho, y ese encuentro nos pareció simbólico. Un ex ministro, un título de la nobleza que no se considera obligado a abandonar sus normales ocupaciones para asistir a una solemnidad mundana. ¿Será jamás Barcelona otra cosa que una ciudad generosa, industrial… y dominguera?
Al entrar en el hipódromo mientras transcurría la segunda carrera, hubimos de modificar algo, y aun mucho, nuestras opiniones. La concurrencia no era, por supuesto, tanta como en los días festivos precedentes. Eso ocurre en todas partes y nadie podía esperar que aquí ocurriese lo contrario. Tribunas y pesage [lloc on es pesen els genets] estaban, sin embargo, lucidísimos.
No había ayer en el hipódromo todo el mundo, como el día del Gran Premio. Pero había todo el mejor mundo –con muy contadas ausencias.
Entre éstas, ninguna fue más notada que la del eminente autor de “Cassius y Helena”, porque su presencia en todas las reuniones constituía la excepción única que hacía resaltar con mayor fuerza el apartamiento absoluto de nuestro mundo intelectual. El ilustre escritor aristócrata era una figura inconfundible: con su flexible gris ligeramente ladeado, su barba pulcramente cortada, su cigarro interminable y su hablar lento, pero continuo, cumplía a maravilla el trabajo de dar unidad a los grupos dispersos de la asamblea, mariposeando en todos ellos. Es el hombre a quien vimos besar en menos tempo una mayor cantidad de manos, o mejor dicho, de guantes femeninos.
“Al gobernador civil, señor González Rothwos, hay que considerarlo, por lo menos, como ex futuro ministro”
La nota ministerial se encargó de darla ayer el señor Bertrán y Musitu, a quien tuvimos el gusto de ver pisar el “tarf” por primera vez durante esta brillante serie de reuniones. El señor Bertrán y Musitu no es ministro ni lo ha sido nunca, y, por consiguiente, no es tampoco ex ministro. Pero en la Lliga nadie pone en duda, y el propio señor Bertrán y Musitu menos que nadie, su condición de ministrable. Junto con el señor Bertrán y Musitu estaba el gobernador civil, señor González Rothwos, a quien hay que considerar también, por lo menos, como ex futuro ministro.
Para la última reunión se da como segura la presencia del señor Ventosa y Calvell. Su distinguida esposa, la señora Despujol de Ventosa, recién llegada de Madrid, muy elegante en una sencilla toilette azul, se vio ayer festejadísima y, por así decirlo, preguntadísima por todos sus amigos.
A la presencia de esta dama que traía pies de la villa y corte fue debido, sin duda, que la conversación de uno de los grupos más animados girara sobre los méritos de la elegancia femenina barcelonesa en comparación con los de la elegancia femenina madrileña:
– Aquí nos vestimos como en París. Los madrileños, no. Tienen un concepto exagerado, una noción un poco absurda de la simplicidad y acaban vistiéndose como modistidillas. Las madrileñas son aficionadas al tricot, y a mí, la verdad, el tricot…
Siguió a estas palabras un verdadero chubasco de calificativos desagradables para el tricot, que no encontró, el pobre, quien tuviera por él una sola palabra de consideración o de piedad. Pero mientras nosotros creíamos la reputación del tricot definitivamente perdida se le estaba preparando la más triunfal de las rehabilitaciones. Vistiendo una elegantísima “robe de soie tricottée” una dama que el día del Gran Premio hizo sensación por la originalidad, la riqueza y la fidelidad a las indicaciones de París de su “toilette” pasó junto al corro que recibió con un silencio resignado aquella inesperada demostración de que también con el tricot puede hacerse una creación excepcional.
Sin ser de tricot sus “toilettes”, llamaron vivamente la atención por el buen gusto de su atavío la señora Reinoso de Pagés, de negro, y la señorita Pilar Arana, cuyo traje blanco de “tissu éponge” y toca azul, formaban la más fina nota de color de la reunión.
Desde el punto de vista sportivo, ya hemos dicho que el interés de la reunión era escaso. El premio Ter fue el más disputado y nuestro sentimiento fue grande al ver que el caballo “Ariys” de la cuadra barcelonesa Güell-Plandolit no lograba tampoco esta vez el triunfo. En cambio, no hemos de ocultar que el escaso lucimiento del ex vicecónsul de Alemania en Barcelona, von Carlowitz, en la carrera de “gentlemen-riders” halagó nuestro amor propio, porque profesamos la convicción de que si Dios ha llamado a los alemanes para representar un papel importante en las grandes catástrofes, ningún papel les tiene reservado, en cambio, en los torneos de la agilidad y de la gracia. Lo mismo hubieran pensado, sin duda, de haber estado presentes, el duque de Alba y el conde de Churruca que, como es sabido, no conciben que un hombre de mundo sea germanófilo.
Douglas Flint
Una tria d’Anna Ballbona (@ABallbona)