Revista Iberia. 19 de juny del 1915
[Desde hoy un joven y talentudo escritor catalán que usa el nombre de “Harry Doggerel” colaborará en IBERIA. Harry Doggerel vive en Londres y ello es un valor más para su colaboración, que hoy inaugura, agudamente.]
¿Es esta guerra una lucha entre dos grandes imperios, un duelo entre el imperio germánico y el imperio británico?
Haced la pregunta a quien queráis y obtendréis, unánimemente, una respuesta afirmativa. Esta guerra, es ante todo y sobre todo, el choque de dos imperialismos. Los primeros en creerlo así son los ingleses, todos los ingleses. No lo creen menos los partidarios que Inglaterra tiene en el mundo. ¡El imperio británico! ¡Con qué orgullo no hablan los periódicos del imperio británico en sus artículos de fondo! Y los ministros en sus discursos. “Nuestro imperio”, dicen las viejas solteronas que pueblan las infinitas casas de huéspedes de Londres. Y los catedráticos en las Universidades también hablan de “nuestro imperio”. Grandes cartelones cubren los muros de las casas en toda la Gran Bretaña e Irlanda llamando los hombres para que se alisten y defiendan la seguridad del Imperio. Ha llegado para el imperio la hora crítica de la necesidad y del peligro. En esta hora de necesidad y de peligro, el Imperio británico ha dado una prueba elocuente de su unidad, de su espíritu de solidaridad, de su cohesión. Esas frases se leen y se oyen cien veces al día. El imperio británico está en todos los labios y en todas las plumas. El imperio británico…
“Libre imperio civil” ha llamado a Inglaterra, en estas páginas, D. Luis Nicolau d’Olwer. La frase es de una atractiva y simpática sonoridad, pero yo no puedo menos de preguntarme porque un hombre de tanta distinción intelectual y de tan claro y seguro talento ha asociado, para definir el organismo político de Inglaterra, palabras que implican una contradicción de términos. Y creo saber por qué le ha ocurrido esto a Don Luis Nicolau. Le he ocurrido esto porque para la Inglaterra en que pensaba el señor Nicolau cuando escribió las palabras “libre imperio civil”, la palabra imperio, sola, con su significación etimológica e histórica perfectamente definida, no servía. Y no servía por la razón sencillísima de que Inglaterra, la Inglaterra en que pensaba Don Luis Nicolau, no es un imperio. Es, precisamente, todo lo contrario.
“En muchos casos hay que restituir a las palabras su significado original”
Es una práctica excelente para la claridad del discurso y para el rigor de la discusión dejar, en lo posible, a cada palabra, la plenitud de su significado. Y en muchos casos hay que restituir a las palabras su significado original. Nuestro razonamiento ganará entonces en claridad, en exactitud y en fuerza. ¿Qué quiere decir imperio? No hace mucho tiempo Junius, bajo cuyo nombre se ocultaba aquel día Paul Bourget, dio en L’Echo de París una definición clásica que me evita el cometer un pecado de (necesaria y útil) pedantería. Paul Bourget dice que el Imperio es “la hegemonía de un estado que se anexiona otros por la fuerza y les impone su civilización. Es una federación creada por la violencia, mantenida por la disciplina y legitimada por los beneficios de una cultura superior”.
Claro está que a la luz de esta definición puede sostenerse que existe un Imperio Británico. Porque existe la India (aun cuando el choque de las dos culturas es allí cada día más atenuado) y la dominación británica en la India. Es muy cierto. El rey de Inglaterra es Emperador de la India, de las Indias, de todas las Indias. Y de nada más. No es emperador de Australia, ni del Canadá ni de Nueva Zelanda,
No es, aunque se indigne el señor Vázquez Mella y Don Torcuato Luca de Tena ni tan siquiera emperador de Malta y de Gibraltar.
Dejando a la palabra imperio su exacta y terrible significación, el problema de la guerra europea, el problema de sus orígenes y de su finalidad aparece planteado en términos simples y claros. El señor Nicolau no negará, estoy completamente seguro de ello, que cuando en estos momentos él habla o escribe sobre Inglaterra y Alemania, sus valorizaciones están hechas exclusivamente, o a lo menos muy principalmente, desde un punto de vista europeo. ¿Qué representa Inglaterra para Europa? ¿Qué representa Alemania para Europa? Éste es el problema. De la India y del Egipto y de los problemas coloniales hablaremos cuando Europa, nuestra Europa, haya recobrado la paz.
“Europa entera se halla ante la amenaza de un pueblo que se cree superior”
Inglaterra representa para Europa la idea de comunidad, de república, contra Alemania, que representa para Europa la idea de dominación, de imperio. Europa entera se halla ante la amenaza de un pueblo que se cree superior y encuentra en esta creencia la justificación para someter a los demás pueblos, a su imperio. Y la conciencia de Europa se rebela ante la idea de imperio que Alemania encarna. La idea de imperio que necesariamente ha de encontrar una oposición irreductible en todo el Occidente y el Mediodía de Europa, donde la naturaleza política encuentra su espontánea y libre expresión en otra idea antagónica, todavía joven: el reconocimiento del principio de nacionalidad.
Ya sé que en estos últimos tiempos se ha hablado no poco de imperialismo espiritual. Se quiere expresar con estas dos palabras la fuerza expansiva, el poder de irradiación de una cultura. Si queremos llamar a esto imperialismo, hay que reconocer que durante las últimas décadas la función de Alemania en ciertas zonas inferiores de la actividad intelectual, científica, social y política ha sido una función imperial. Todavía más. Nunca ha tenido el imperialismo alemán (la fuerza expansiva, el poder de irradiación de los elementos humanamente asimilables de la cultura alemana) mayor energía y eficacia que hoy. Porque hoy ocurre que Inglaterra y Francia comprenden que para vencer a un estado tan sólidamente organizado como Alemania, no hay más que un recurso y es organizarse tan bien como Alemania.
Pero Alemania, convencida de su supremacía espiritual, no se contenta con ella. Quiere el imperio, el imperio verdad, el imperio político. Y por esto choca en su empeño con todas las fuerzas inteligentes de Europa. Porque en la república de la inteligencia los primeros son primeros entre iguales. Y Alemania no quiere ser primera entre iguales. Esta es una idea gremial. Alemania quiere que se la reconozca superior entre –mejor dicho, sobre– inferiores. La idea imperial.
Contra esta idea luchan las naciones de Europa.
Harry Doggerel. Londres, junio de 1915
Una tria d’Anna Ballbona (@ABallbona)